relatos

Volver

Mi amiga Maria

María es una de esas amigas que no puedes parar de mirarla. Su pelo rizado y rubio, sus ojos azules o su culo respingón. Es la típica chica preciosa que siempre se liga a los tíos más buenos. Bueno, y tías, por supuesto.

Yo sin embargo… era yo. Sin más. La típica chica con gafas que siempre lleva coleta y pasa desapercibida allá por donde vaya. Mis ligues habían sido nefastos y por lo tanto, mi experiencia sexual era horrorosa. Sin embargo, no sé por qué María me llamaba especialmente la atención. Habíamos sido amigas toda la vida, sí, aquellas que siempre van juntas desde la guardería hasta la universidad. Hemos compartido muchísimas locuras y conocíamos todos nuestros secretos. O al menos, la gran mayoría. Nunca le llegué a contar mi curiosidad y mi atracción fatal con las mujeres. Me masturbaba todos los días viendo porno lésbico y me encantaba ver cómo se comían los coños. Fantaseaba todas las noches con hacérselo a María mientras enterraba mis dedos en fluidos.

Un día María me dijo de ir a su casa para arreglarnos y salir de fiesta a darlo todo. Hemos acabado los exámenes e independientemente de la nota, ¡íbamos a petar la noche! Ella se ha comprado un vestido increíble en color rojo que contrasta con su pelo rubio y combina con sus labios. Tiene un escote muy pronunciado y se adapta a su cuerpo curvado y esbelto. Es de tirantes y deja a la vista sus axilas sin depilar pero perfectamente peinadas. Eso me encanta.

María insiste en vestirme con su ropa y yo, accedo. Me pone un vestido negro de encaje, muy corto y muy pegado. “Joder, ¿dónde tenías todo eso guardado?”, me dice. Su mirada cambia por un instante y hay un silencio un poco incómodo que sabemos romper tomándonos unos chupitos de tequila. Y otro. Y bueno, otro más.

Fuimos a nuestra discoteca favorita y perreamos como nunca. Bailamos tanto que nos suda la espalda y se nos notan las gotitas chorreando por el escote. María, como siempre, se pega a mí y nuestras tetas chocan sin parar. Nos reímos. La verdad es que vamos un poco pedos. El tequila, joder, maldita sea. Es la última vez que bebo. De pronto, me coge de la mano y me lleva al baño. Entramos las dos juntas así le puedo coger el bolso.

María cierra la puerta con pestillo y me mira de una forma un poco extraña. Se escucha la música de fondo. De golpe se abalanza sobre mí y se empieza a reír. “¿Sabes que te quiero mucho, verdad?”, me susurra. Mi piel se eriza. Y mi coño, bueno, se empapa. Se separa un poco y me empieza a tocar las tetas mientras me mira y se vuelve a reír. Parece que todo lo esconde con carcajadas. Yo me quedo quieta porque no sé muy bien qué está pasando. De repente me besa. No es la primera vez que noto sus labios pero esta es diferente. Su lengua recorre toda mi boca y empezamos a suspirar y a jadear. Nos apoyamos en la pared y seguimos dando rienda suelta a nuestro calentón. María me saca las tetas del vestido y me las come. Sube por mi cuello, lame mi oreja y seguimos besándonos. Yo estoy un poco sin moverme porque no puedo pensar demasiado. Ella mete su mano en mi entrepierna y nota la humedad. Joder.

Empieza a hacer movimientos circulares con sus dedos encima de mi clítoris. Siente mi flujo y me mete un dedo. Baja inmediatamente. Me abre las piernas y lame mi coño por encima del tanga. Yo ya no puedo más. Necesito follármela. María separa mi tanga y empotra su lengua contra mi clítoris. Me empieza a comer el coño de la forma más espectacular posible. Primero lento mientras me mira. Luego más rápido, absorbiendo mi flujo con la lengua. Da largas pasadas que recorren toda la zona y no para de comer y comer. La miro. Se está volviendo loca y no puedo evitar acordarme de esas películas porno que tantas noches me han acompañado. Me mete un dedo y sigue lamiendo. Mueve la lengua rápido y me sonríe. No paro de gemir y seguro que nos están escuchando. Me daría morbo que alguien nos viese.

María sigue y sigue y siento el orgasmo cada vez más cerca. Le aviso de que me voy a correr. Aumenta la presión y la velocidad. Me mete otro dedo y yo, no aguanto más. Siento cómo mi coño está gordo y toda mi sangre bombea mi clítoris. María sigue comiéndome y me empiezo a correr. Una explosión de placer que me hace gemir como una loca mientras cojo su pelo y la empotro contra mi coño.

Tras el clímax la cojo, le bajo las bragas y me arrodillo para lamerla. Ella ya está mojadísima y no tarda demasiado en correrse también. Su coño es tan precioso que no puedo parar de lamer y lamer. Parece que todo lo que he visto en el porno ha valido la pena. Se corre en mi boca y grita como una loca. La música suena de fondo.

Nos quedamos mirando y nos besamos. De repente nos damos cuenta de que nuestra amistad ha cambiado para siempre. Y sí, de hecho, fue el inicio de orgasmos, tijeritas y comidas de coño.