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La virginidad como constructo social

Por Uxue Gamarra

LA VIRGINIDAD COMO CONSTRUCTO SOCIAL


Virginidad es el término que se emplea para referirse al estado de una persona que no ha mantenido relaciones eróticas con penetración. Es decir, se considera virgen a la persona que no ha tenido sexo coital. Pese a que socialmente se extiende que ser virgen significa no haber mantenido relaciones sexuales nunca, resulta un concepto erróneo, ya que, estas personas a lo que realmente aluden es a las relaciones con penetración o a la ‘rotura’ del himen. 



Virginidad no es un concepto médico ni científico, sino que se trata de una idea social, cultural, moral y religiosa. El término virginidad ejerce una presión social sobre todas las personas. Los individuos pueden llegar a sentir vergüenza por ‘seguir siendo vírgenes’, miedo por ‘dejar de serlo’ demasiado pronto o incluso rechazo social por ello o porque sus prácticas no sean cisheterocoitales y, por ende, no llegar a ‘perder la virginidad’. La base de la virginidad está marcada mediante la dupla pene-vagina, por lo tanto, invisibiliza cualquier primera práctica erótica que no incluya a estas. Existen infinidades de experiencias eróticas, incluso aquellas que no incluyen a los genitales. Sin embargo, quienes no practican el coito, siguen considerándose ‘vírgenes’. Entendiéndolo así, esa ‘primera vez’ no reflejaría la primera experiencia erótica de muchas personas, seguramente de la gran mayoría. Los encuentros eróticos van mucho más lejos de los genitales, incluyen besos, caricias, abrazos, masajes…etc. Del mismo modo, si intervienen los genitales, estos no tienen que ser siempre pene-vagina, ni tienen por qué ser solo dos. Las prácticas eróticas, las orientaciones, las identidades…etc. son infinitas.


El término virginidad puede afectar a cualquier persona. Desde la presión social entre iguales para buscar a la o el ‘virgen’ del grupo, lo cual causa sentimiento de vergüenza entre el grupo de amigos, hasta la presión familiar basada en la tradición religiosa o moral de mantener ‘intacta’ esa virginidad. Mientras que la primera se señala a las personas que no han mantenido relaciones eróticas con penetración como santas, mojigatas, sosas…etc. la segunda busca que su familiar conserve su honra y que no sea una persona promiscua, puta, sin valor para el matrimonio…etc. Por lo tanto, ya sea de una manera u otra, se cuestiona la intimidad de la persona, juzgándola por ello y causando un malestar innecesario en ella, ya que resulta una decisión propia de la persona y de nadie más.


No obstante, la realidad es que supone una especial presión, discriminación y sometimiento para las mujeres. Por el contrario, para los hombres, en términos generales, mantener relaciones eróticas con penetración suele suponer una muestra de virilidad y garantía de éxito social. Por consiguiente, refleja un mandato social masculino que ataca a los derechos sexuales de la mujer, siendo estas las mayores cuestionadas y juzgadas por su actividad erótica. 


Tradicionalmente la virginidad se ha relacionado con la pureza, el valor y la honra de la mujer, identificando su virginidad como un regalo o tesoro que debían ‘entregar’ a su marido. La virginidad femenina se ha vinculado a su himen, señalando que este debía estar intacto hasta el momento del matrimonio. Cuando una mujer mantenía relaciones antes del casamiento, se señalaba como impura ya que había ‘perdido’ o le habían ‘quitado’ su virginidad. Incluso cuando esta situación se ha dado a raíz de una agresión sexual, se ha llegado a culpabilizar a la víctima y a señalarla como una deshonra por ‘perder’ su virginidad. Por ejemplo, la reconstrucción del himen es denominada ‘la recuperación de la dignidad perdida’. En el mundo existen numerosos castigos hacia la mujer cuando ‘pierde’ su virginidad antes de que la sociedad, sobre todo el ámbito familiar, considere que es adecuado. Desde la deshonra familiar y el rechazo social hasta el crimen del honor.



El llamado crimen del honor es un asesinato llevado a cabo por familiares de la persona que consideran que ha desprestigiado a su familia por su comportamiento sexual que consideran inadecuado. Es decir, se pone en tela de juicio la virginidad de la mujer, haciendose dueños de ella cualquier hombre y siendo ellos quienes deciden por ella cuándo y cómo debe ‘entregarla’. Si bien es cierto que estos crímenes no se llevan a cabo en nuestra sociedad, lo cierto es que se siguen perpetuando actitudes de opresión y discriminación hacia las mujeres por el estado de su himen. 


Se considera virgen a aquella mujer que mantiene su himen intacto. El himen es una membrana delgada de colágeno de unos pocos milímetros que se encuentra a 1-2 cm aproximadamente del orificio vaginal. Está formado por un tejido conjuntivo, terminaciones nerviosas, vasos sanguíneos y fibras musculares. El himen tiene una apariencia y estructura diferente en cada persona. Existen una inmensa variedad de ellos con diversas formas, tipos, grosor, flexibilidad, cantidad de terminaciones nerviosas, elasticidad…etc. A diferencia de lo que muchas personas creen, el himen no suele cubrir toda la entrada de la vagina, ya que, suele tener uno o más agujeros. Este agujero permite la salida de la sangre menstrual y, a su vez, posibilita la entrada de tampones, dedos…etc. Aunque esa sea la forma del himen más común, existen hímenes con dos agujeros, con varios agujeros pequeños, algunos con tan poco tejido que parecen inexistentes o, incluso los imperforados. Estos últimos no son muy comunes y están considerados una patología, ya que, entre otras cosas, impiden la salida de la sangre menstrual. Este tipo de obstrucción se soluciona a través de una cirugía menor en la que se realiza una pequeña incisión y se extrae el tejido adicional. 


Los y las investigadoras siguen debatiendo sobre la función de este tejido fino y carnoso, no obstante, la teoría más popular defiende que se trata de una barrera contra las infecciones. Se ha extendido la idea de que el himen se rompe, sin embargo, este se retrae de forma gradual con el tiempo, el desarrollo, actividades deportivas, prácticas sexuales, el uso de tampones…etc. Por lo tanto, para que se estire, no es necesario que se hayan mantenido relaciones sexuales y, por ende, no se puede determinar por el estado del himen si una persona ha tenido coito o no. 


Pese a eso, se siguen llevando a cabo pruebas de virginidad, las cuales son, sin duda alguna, una violación de los derechos fundamentales de las mujeres. Muchas veces incluso se llegan a llevar a cabo en contra de la voluntad de estas mujeres. Estas pruebas se suelen realizar por medio de un examen físico que deriva en un certificado de virginidad o por una ‘prueba de sangre’, es decir, por una provocación de sangrado vaginal mediante el desgarro del himen. La OMS defiende que no hay evidencia de que las pruebas de virginidad puedan demostrar que esa persona haya tenido o no relaciones sexuales. Además, estas pruebas pueden conllevar numerosas consecuencias físicas y psicológicas en las mujeres. Pese a ello, las pruebas de virginidad que perpetúan la discriminación hacia la mujer se siguen practicando. 


Del mismo modo, una persona no puede notar si has mantenido relaciones coitales con anterioridad, por lo que, a no ser que las mujeres se lo declarasen a sus parejas, estas no podrían saberlo. Existe el miedo al sangrado en la primera penetración, sin embargo, en la mayoría de las ocasiones esto no ocurre. El sangrado, e incluso el dolor o molestia, no se debe tanto a la primera práctica, sino a la forma de llevarla a cabo. Es decir, estas situaciones pueden resultar de especial nerviosismo y si la vagina, siendo un músculo, no está lo suficientemente relajada o no se lubrica lo necesario, la propia fricción puede provocar molestias. De igual manera, el himen puede estirarse y abrirse más la primera vez que la vagina es penetrada. No debemos normalizar las molestias ni el dolor y, sabiendo que cada vagina y cada himen son diferentes, hay ciertas pautas que pueden ayudarnos a que esa primera penetración junto a otra persona resulte más placentera. 


Lo más importante es desearlo. La comunicación con la pareja erótica resulta indispensable, ya que permite informar de aquello que resulta placentero, lo que se quiere hacer, lo que no y cómo se quiere llevar a cabo. Favorecer un ambiente de confianza y relajado, facilita que la estimulación avance y, por ende, las prácticas resulten más satisfactorias. 



Lo que debe estar claro es que las relaciones eróticas forman parte de la intimidad de cada una de las personas y solo de ellas. Cada individuo es quien debe decidir cómo, cuándo y con quién desea hacerlo. Resulta una decisión personal y todas las prácticas eróticas son válidas. El ‘debut sexual’ se da en cada una de los momentos en los que realizamos algo por primera vez y se deben respetar los tiempos de cada una de las personas. La sexualidad y, por ende, la erótica, debe ser disfrutada. Los debuts nunca pueden suponer una pérdida, siempre son una ganancia personal.

Uxue Gamarra

Escuela Educación Sexual