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Sexualidad de las mujeres sáficas en el cine

Por Rebeca Ponce de León

SEXUALIDAD DE LAS MUJERES SÁFICAS EN EL CINE


PARTE 1 – ¿SE PUEDEN DAR UN MALDITO BESO YA? SERES ASEXUADOS

 

 

Enciendes la tele y te topas con una telenovela de época. Tardas escasos nanosegundos en captar la indiscutible química entre dos de los personajes. Son dos amigas que tan solo con miradas y alguna media sonrisa ya consiguen sacarte un “lesbianas” en voz alta. Te tienen plantada en el sofá, esperando a que vuelvan a aparecer en pantalla: tu nueva obsesión lésbica televisiva.

Van pasando los capítulos y la tensión es inaguantable. Te preguntas cómo es posible que todavía no hayan pasado de un sutil encuentro de manos y un emotivo abrazo sospechosamente largo. Muy probablemente, un gran porcentaje de gente que esté viendo la telenovela (que evidentemente coincide con los espectadores heterosexuales) estará pensando que esas dos chicas son amigas. Amigas que por supuesto no tienen ningún interés en comerse la boca. Mientras tanto, tú te sientes en otra dimensión, leyendo códigos y símbolos e incluso reexperimentando tus primeras e inocentes experiencias sáficas a través de esas dos... amigas.

Esto es lo que bien conocemos como subtexto: contenido de una obra que está implícito, por debajo del diálogo o entre líneas. Las disidencias en general y las bolleras en particular, llevamos mucho tiempo siendo alimentadas por este fenómeno, también conocido como representación latente. ¿Por qué cuesta tanto mostrar lesbianas en el mundo audiovisual? ¿Por qué dejarlo todo a la imaginación de la espectadora? ¿Por qué no se dan un maldito beso ya?

Varios factores pueden estar influyendo en la cronificación de la representación latente, aprovechando cualquier excusa para camuflar una trama lésbica. En este texto voy a intentar desgranar los posibles motivos que hay detrás de este fenómeno.

Uno de los factores que más peso ha tenido históricamente en la imposibilidad de representar el lesbianismo en el cine es, evidentemente, la censura. Entre los años 1934 y 1967 estuvo vigente en los EEUU el código Hays, un código de producción cinematográfica que regía las normas de lo que se podía y no se podía mostrar en el cine hollywoodiense y que, además, contaba con la ayuda la Legión de la Decencia, fundada por la iglesia católica (del Pulgar Legido, 2017). La homosexualidad, estipulada como perversión sexual, no se podía representar explícitamente en las películas, así que los personajes lésbicos fueron muy escasos hasta la década de los setenta—pero no inexistentes. El subtexto nace

entonces como el único medio posible para contar historias lésbicas, mediante elementos visuales y diálogos con dobles sentidos que el público sáfico captaba y que los censores pasaban por alto, por lo que “el espectador aprendía a leer los textos visuales al mismo tiempo que se desarrollaban las formas de representación [lésbica] en las películas”.

Más allá del subtexto, para representar el lesbianismo sin mosquear a los censores había que darle a la lesbiana su merecido: acabar contrayendo matrimonio con un hombre o morir por suicidio o asesinato. (Durán Manso, 2018). Estos personajes que se colaban en las salas fueron ampliando miras y resquebrajando las normas hasta que, finalmente, en los setenta, “desaparece” la censura y se crean nuevos huecos para las lesbianas en el mundo audiovisual: asesinas, carceleras o vampiresas (del Pulgar Legido, 2017).




 

La Calumnia, 1961

 

Aunque el lesbianismo dejó de estar prohibido en los códigos de producción, no fueron pocas las historias que fueron deformadas al pasar a la gran pantalla.


Es el caso de Tomates Verdes Fritos, cuya relación lésbica, totalmente explícita en la novela de Fannie Flagg, debido al rechazo por parte de productores y distribuidores, queda camuflada en el posterior film (1991) bajo una bonita amistad. Esto nos lleva a otro factor muy importante para entender por qué hay tan poca representación explícitamente lesbiana: la amistad femenina. Vamos a clarificar esto con un comentario aleatorio que he encontrado en internet:

 

 

“El hecho de que el film no se decida entre una gran amistad, o el lesbianismo, es muy beneficioso, ya que al final, nos quedamos con una gran historia de amor, donde nos da igual, si son amantes, o amigas”. Sinceramente, ¡te dará igual a ti! No me voy a extender en la importancia que tiene la (buena) representación de disidencias sexoafectivas, pero la eliminación del componente lésbico de la novela original para poder producir y distribuir la historia en forma de película nunca será una “decisión beneficiosa”, por lo menos para las lesbianas.

 

Tomates Verdes Fritos, 1991

 

Las amistades románticas, que vertebran la historia del homoerotismo femenino, sobre todo durante los siglos XVIII y XIX, se vuelven un arma contra la representación lésbica en los siglos XX y XXI. Para las que os estáis preguntando de qué carajo os hablo, voy a contar un poco sobre esto. La amistad romántica es aquella relación (sobre todo entre personas del mismo género) que desdibuja los límites entre “amistad” y “pareja”. Normalmente, estos profundos vínculos eran predominantemente no sexuales (aunque no fueron pocas las que se daban algún que otro pipazo), pero no estaban exentos de pasión, celos o intimidad (Sanfeliú, 1996).

Susie, ¿de verdad volverás a casa el próximo sábado y volverás a ser mía y me besarás como solías hacerlo? Te espero tanto, y me siento tan ansiosa por ti, siento que no puedo esperar. La expectativa de volver a ver tu cara me hace sentir caliente y febril, y mi corazón late tan rápido. Me voy a dormir por la noche, y lo primero que sé es que estoy sentada allí, despierta y abrazada apretando las manos y pensando en el próximo sábado. Vaya, Susie, me parece que mi Amante ausente llegaría a casa tan pronto, y mi corazón debe estar muy ocupado preparándose para él”.

Imagínate leer esta carta de Emily Dickinson a Sue Gilbert y pensar... ¡qué buenas amigas! Pues por muy loco que os parezca... esa era la reacción que despertaba en sus coetáneos victorianos. Como dice Luz Sanfeliú, “la pasión, la

ternura, las palabras íntimas y francas que las escritoras románticas se intercambiaban en aquellos años, ninguna mujer hubiera osado dirigirlas a un varón”. Es un tema apasionante del que os invito a investigar. El problema ocurre cuando esas relaciones de amistad íntima se convierten en una excusa del siglo XXI para evitar decir la palabra “lesbiana”. Y esto solo se entiende a través del tercer factor, la asumida pasividad sexual de las mujeres.

Estas relaciones íntimas entre mujeres estaban permitidas (e incluso celebradas) porque era impensable asociar esos comportamientos románticos con un deseo sexual hacia otra mujer. La pasividad femenina en cuestiones amorosas solo podía revertirse si el objeto amado era también una chica, ya que, debido a la estrecha relación entre la sexualidad reproductiva y el honor masculino, las relaciones entre mujeres se entendían como un juego o un entretenimiento (Sanfeliú, 1996). Esto, aunque originalmente hace referencia a los siglos XVIII o XIX, es algo bastante familiar en los días que corren. Quizá os suene aquello de que salten todas las alarmas en un chico si su novia tan solo dirige la mirada a otro chico, pero que sin embargo esté completamente tranquilo si baila, abraza, duerme y mantenga una infinidad de conductas “romantizables” con otra chica.

Todas estas claves, tales como la censura, el camuflaje del lesbianismo en relaciones de amistad y la supuesta pasividad sexual y amorosa de las mujeres, influyen en esa invisibilidad que tanto nos aplasta a las sáficas, tanto dentro como fuera de las pantallas. No quiero con esto insinuar que para representar en condiciones el amor entre mujeres este tenga que ser explícitamente lésbico, de hecho, me declaro fan número uno del subtexto y de la ambigüedad relacional. Simplemente considero que el hecho de ser conscientes de estos factores nos puede ayudar a discernir entre cuándo una representación latente nace de una intención de censura y cuándo se utiliza deliberadamente como reapropiación de códigos y símbolos, matices y ambigüedades que en otro tiempo fueron la principal vía de transmisión de nuestras historias. Pero eso da para otro artículo...

 

She-Ra y las princesas del poder (2018-2020)

 

Bibliografía:

Durán Manso, V. (2018). Los personajes homosexuales en el melodrama clásico Adaptaciones de Broadway a Hollywood (1951-1961). Fotocinema: revista científica de cine y fotografía, 16, 307-334.

del Pulgar Legido, R. M. S. (2017). Homosexualidad latente en el cine del siglo XX. FEMERIS: Revista Multidisciplinar de Estudios de Género, 2(2), 99-118.

Sanfeliú, Luz. 1996. Juego de Damas. Aproximación histórica al homoerotismo femenino, Málaga: Servicio de publicaciones de la Universidad de Málaga.

 

 

 

 

Rebeca Ponce de León, aka @peliculitas.de.lesbianas

Comento pelis en Instagram y a veces escribo para sitios, pero decir que me dedico a ello sería mentir mucho (de momento).

Estoy terminando el grado en psicología y a la vez intentando profesionalizar el mayor don que me ha dado la vida: mi lesbianismo.

Rebeca Ponce de León

Escuela Educación Sexual