¿Alguien más recuerda los tiempos de Tumblr al inicio de los 2010s? ¿Marcó toda una época de la cultura cibernética en España también? Bueno, independientemente de si esta plataforma se convirtió en un aspecto vital para tu proceso de educación sexual (o para vivirte las películas que te hacías en la cabeza con tus fantasías sexuales de adolescente con hormonas que estaban a mil) este fue el rinconcito cutre que dió rienda a toda la aventura en la que se ha convertido esta exploración de lo que es la demisexualidad.
Recuerdo que todo comenzó al toparme con los blogs de varias sexólogas y estudiantes de salud pública estadounidenses a las cuales aprecio mucho hasta el día de hoy por ayudarme a obtener la información que necesitaba en esos momentos para sostener prácticas sexo-afectivas saludables y, más que nada, seguras ya que había una alta prevalencia de END (embarazos no deseados) y de ITS (infecciones de transmisión sexual) en mi comunidad. Mientras interactuaba con este contenido educativo comencé a recibir otro tipo de información que me incitó a plantearme varias preguntas fundamentales para comprender mi propia identidad tales cómo “¿Cúal es mi orientación sexual?” “¿Existe una diferencia entre lo sexual y lo afectivo?” “Si ese es el caso, ¿hay una diferencia entre la manera en que experimento mi atracción sexual y mi atracción amorosa?” En la base de estas preguntas podemos encontrar un cuestionamiento de lo que conocemos como el deseo sexual. Es importante recalcar lo complejo que ha sido definir el deseo sexual tanto desde la ciencia (la psicología de la sexualidad, la sexología en general, etc.) como desde nuestras vidas cotidianas:
“Bancroft es uno de los autores más relevantes en el estudio de las bases biológicas del deseo sexual y, a pesar del peso de su especialidad, llega a la siguiente conclusión:
[...] deberíamos ver el deseo sexual como un concepto experiencial y no neurofisiológico; para una propuesta operacional hay que identificar y medir tres dimensiones obvias de esta experiencia: la cognitiva, en términos de pensamientos e imágenes, la afectiva en términos de humor o de estados emocionales y la neurofisiológica en términos de activación central.
Lief (1977) fue uno de los primeros, en la época moderna del desarrollo de la sexología clínica, en plantear el deseo sexual como una dimensión diferente de la excitación y el orgasmo. Refiriéndose a su definición dice:
El deseo sexual es un aspecto de la vida humana extraordinariamente complicado y requiere de una aproximación multifactorial para su comprensión. No se puede tener en cuenta solamente las respuestas sexuales observables, como dice Kinsey. Alguien podría masturbarse 20 o más veces a la semana, pero faltarle el deseo para relacionarse sexualmente con una pareja, o una persona podría relacionarse sexualmente con otra, 20 o más veces al mes sin desearla realmente.
Helen Singer Kaplan (1974, 1979, 1983, 1987) propuso el modelo trifásico de respuesta sexual en el que incluye el deseo sexual como una fase de la misma. Ofreció así una alternativa al modelo propuesto por Master y Johnson. Considera que el deseo constituye una entidad neurofisiológica diferente justificando así su categoría de «fase» de la respuesta sexual. Su aportación ha contribuido a mejorar la comprensión y las propuestas terapéuticas de las dificultades sexuales. Kaplan se refiere al deseo sexual en los siguientes términos:
El deseo sexual es (1) básicamente similar a otros impulsos como el hambre o la sed en cuanto que depende de la actividad de una estructura anatómica específica del cerebro. (2) Abarca centros que acrecientan el impulso, equilibrados por otros que lo inhiben. (3) Está servido también por dos neurotransmisores específicos, uno inhibitorio y otro excitatorio. (4) Tiene vastas conexiones con otras partes del cerebro lo que permite que el impulso sexual se halle integrado en la totalidad de la experiencia vital del individuo y resulte afectado por ella. (5) El deseo sexual es vivenciado como sensaciones específicas que mueven al individuo a buscar experiencias sexuales o a mostrarse receptivo a ellas. Tales sensaciones son producidas por la activación de un sistema neuronal específico del cerebro.” (Zapiain, 2014, pags. 115-116)
Según los blogs a los que acudía, a través de los cuales se difundían una infinidad de experiencias compartidas por personas que vivían sus relaciones e identidades desde diversas prácticas y sentires, sí existía una diferencia entre la atracción romántica (o afectiva/amorosa) y la atracción sexual:
Atracción sexual: El tipo de atracción que nos genera un deseo por tener contacto sexual con o por demostrar un interés sexual en otra(s) persona(s).
Atracción romántica: El tipo de atracción que nos genera un deseo por establecer un contacto romántico o tener una interacción romántica con una o varias personas.
Atracción estética: El tipo de atracción que ocurre cuando alguien aprecia la apariencia o la belleza que percibe en otra persona sin que esta surja de una atracción sexual o romántica.
Atracción sensual: El deseo por interactuar con otras personas a través del tacto no sexual (por ejemplo a través de abrazos o de caricias).
Atracción emocional: El deseo por conocer a una o varias personas debido a su personalidad en vez de su apariencia física usualmente. Este tipo de atracción se puede manifestar en la mayoría de las relaciones afectivas que formamos, desde nuestras amistades hasta nuestras relaciones románticas y sexuales.
Atracción intelectual: El deseo de interactuar con una o varias personas para conocer su intelecto al entablar una conversación con ella(s), por ejemplo. Tiene que ver con qué o cómo la(s) persona(s) piensa(n) en vez de la(s) persona(s) en sí misma(s).
Existe poca información disponible al público general sobre el concepto de la atracción de por sí pero generalmente se define como una fuerza mental o emocional que vincula a las personas. Dadas estas definiciones podríamos decir que la atracción nos puede servir como un indicador del lugar de donde surge nuestro deseo para encontrarnos con una o varias personas. Por otro lado, así fue que pude aprender que existían realidades más allá de las que tenían las personas cisgénero y de la heterosexualidad, la homosexualidad y la “novedosa” bisexualidad (dicho en pleno 2012): Conocí orientaciones e identidades de género como la pansexualidad, la polisexualidad, el arromanticismo, la identidad género no conforme, género fluido, agénero, para tan solo nombrar algunas. A su vez, este conocimiento complejizó mi comprensión de lo que era el deseo sexual por el hecho de que descubrí que el no experimentarlo en lo absoluto, ni con tanta frecuencia como les demás o, inclusive, que tan solo se manifieste cuando ya hay un vínculo afectivo de por medio no significa que hay algo mal con la persona que se siente de esta manera sino que es otra realidad más. Cuando hablamos de estas posibilidades se trata de diversas instancias relacionadas a la asexualidad y, por consiguiente, a lo que se conoce como el espectro asexual. El espectro asexual tiene la asexualidad en un extremo y la alosexualidad en el otro. Al centro de este se encuentran las personas que se sienten identificadas de alguna manera con las experiencias de las personas asexuales a pesar de que sí pueden experimentar deseo y atracción sexual.
Ilustración por Brittany England
En el espectro asexual se encuentran las personas que no sienten atracción sexual en la misma medida en que las siente una persona que experimenta atracción sexual de manera más "común" o frecuente. A estas personas se les llama alosexuales. Sin embargo, ¿qué significa que una persona experimente atracción sexual hacia les demás de manera “común”? ¿Con qué frecuencia une debe sentir atracción sexual para ser considerade “normal”? ¿Cuál es la norma a la cual se les compara a estas personas? ¿Por qué? Si existen tantas sexualidades como personas en este mundo pues la idea que se tiende a generalizar sobre lo que es una sexualidad “normal” (dentro de los parámetros establecidos mediante el consentimiento y la habilidad que cada une posee para concederlo dadas sus circunstancias, claro está) realmente no tiene tanto de normal que digamos.
Como mencioné anteriormente, la demisexualidad forma parte de este espectro por las siguientes razones:
En la sección de “About” de la página web del “Demisexuality Resource Center (Resources for demisexuals, partners, and allies)” se define la demisexualidad de la siguiente manera:
“La demisexualidad es una orientación sexual en la cual alguien siente atracción sexual sólo hacia personas con las cuales tiene un vínculo emocional. La mayoría de los demisexuales rara vez sienten atracción sexual en comparación con la población en general y algunos tienen poco o ningún interés en la actividad sexual.
[...]
¿Cuál es el vínculo emocional que los demisexuales necesitan para sentir atracción sexual?
Varía dependiendo de las experiencias personales de cada demisexual y es ligeramente diferente para cada persona. Generalmente, un componente principal para que aparezca este vínculo es la intimidad emocional, así que algunos demisexuales se descubren sintiendo atracción hacia amigos cercanos o parejas románticas. Otros componentes pueden ser la familiaridad con la otra persona y el conocerla mejor (ej.: descubrir aspectos de su personalidad).
De todos modos, formar un vínculo emocional no garantiza la aparición de atracción sexual, sólo es un prerrequisito para que ocurra. El tiempo requerido para desarrollar un vínculo emocional puede variar: para algunos demisexuales, sucede después de varios años siendo amigos cercanos con otra persona y, para otros, puede ser una experiencia corta pero intensa, como viajar una semana al extranjero con esa persona.”
Esto lo que nos demuestra es que no existe una vivencia demisexual universal que determine la cantidad de tiempo necesario para que surja la atracción sexual en estas personas o que determine la frecuencia con la que se da. A raíz de la visibilización que han ido adquiriendo las identidades que se encuentran en este espectro se ha comenzado a hablar sobre la orientación romántica: Esta describe los patrones de atracción romántica que demuestra un individuo, sin importar su orientación sexual, basados en la identidad de género de las personas que le atraen románticamente. Esta categoría surgió para dar cuenta de que, aunque la orientación sexual y la orientación romántica de las personas que experimentan atracción sexual tienden a alinearse porque usualmente nos atraen sexualmente las personas con las que queremos formar relaciones amorosas sabemos que ese no siempre es el caso. Algunos ejemplos de las orientaciones románticas más reconocidas son los siguientes:
Arrománticx: Persona que no siente atracción romántica hacia otras personas sin importar su identidad de género.
Birrománticx: Persona que siente atracción romántica hacia los hombres y las mujeres.
Hay varios debates que se han dado al interior de la comunidad LGBT+ en donde se ha argumentado que la orientación bi significa que puedes sentir atracción por dos identidades de género en particular las cuales no tienen por qué ser hombre y mujer estrictamente.
Heterorrománticx: Persona que siente atracción romántica hacia persona(s) del género opuesto.
Homorrománticx: Persona que siente atracción romántica hacia personas de su mismo género.
Panrrománticx: Persona que siente atracción romántica hacia personas de todos los géneros.
Polirrománticx: Persona que siente atracción romántica hacia múltiples géneros pero no hacia todos.
Gris-románticx: Personas que usualmente no experimentan atracción romántica.
Demirrománticx: Persona que no siente atracción romántica hasta que un vínculo emocional fuerte ha sido establecido. Las personas que se identifican como demirrománticas pueden especificar hacia cuál género tienden a experimentar atracción romántica al nombrarse demi-homorrománticas, por ejemplo.
Desde tanto la sexología como el público en general tendemos a cuestionar la necesidad de la etiquetomanía que se da en las comunidades de disidencia sexual, relacional y de género: “¿Para qué es necesaria tanta especificación?” “Deberíamos reconocernos como la raza humana y ya está.” Aún así, para las personas en estas comunidades es de suma importancia nombrarse desde sus identidades debido a que estas categorías les pueden servir para encontrar un sentido de alivio al reconocerse a elles mismes y, a su vez, para reconocer que tener espacios en donde puedan sentirse comprendides es vital a su existencia en este mundo.
¡Espero que este artículo les invite a cuestionarse a sí mismes junto a las muchas realidades con las que nos encontramos cada día!
Para conocer más sobre las identidades en el espectro asexual pueden visitar:
es.asexuality.org/
demisexuality.org/espanol/que-es-la-demisexualidad/
Referencias:
Asexuality, Attraction, and Romantic Orientation | LGBTQ. (2017, May). Lgbtq.Unc.Edu. https://lgbtq.unc.edu/resources/exploring-identities/asexuality-attraction-and-romantic-orientation
Zapiain, G. J. (2013). Psicología de la sexualidad (Spanish Edition) (edición ed.). Alianza Editorial.
Escuela de Educación Sexual