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El porno

Por Uxue Gamarra

EL PORNO


El cine porno, pornográfico o para adultos es una película o corto en el que se desarrollan diferentes situaciones eróticas. Podemos encontrar todo tipo de imágenes en las que se muestran explícitamente diversas prácticas eróticas y los genitales o zonas del cuerpo más íntimas que participan en ellas. La función de este contenido erótico es excitar a la o el espectador. 



Los datos demuestran el éxito de la industria pornográfica. Solo mediante internet, mueve aproximadamente unos 4 mil millones de euros al año y el 12% de los sitios web son páginas porno. Del mismo modo, ¼ de las búsquedas de internet y el 35% de las descargas son sobre el porno. Es cierto que en el cine porno existe toda una gama de categorías y géneros pornográficos. No obstante, el porno más comercializado suele recoger un formato bastante sexista. 


Pese a su popularidad, la forma en la que se desarrolla el porno dentro de la industria de la pornografía ha convertido a este tipo de cine en un negocio vinculado al tráfico y la explotación sexual, sobre todo infantil y femenina. Sin embargo, numerosas entidades y asociaciones luchan por popularizar un porno más feminista, seguro y regulado. Al principio del artículo hemos expuesto el porno como concepto, dejando de lado cómo ha evolucionado esa idea. La industria pornográfica ha moldeado a su gusto la imagen del porno, ensuciándola y convirtiéndola en una representación cinematográfica del erotismo machista. 


A pesar de ello, la idea o proyecto de la pornografía no es otro que un cine dirigido a la población adulta con el fin de lograr su excitación y promover su obtención del placer. Por ello, culpabilizar al porno de aquello que manipula la industria que lo maneja, sería erróneo. La pornografía se puede desarrollar de muchas maneras y existen películas reguladas y de calidad, donde quienes lo practican actúan de manera consensuada, consentida y segura. Del mismo modo, se tiende a culpabilizar a las películas o cortos eróticos de mostrar una educación sexual errónea. Sin embargo, ¿desde cuándo es la función principal del porno educar? ¿Acaso achacamos a otros géneros la función de educar en su temática? Por ejemplo, ¿fast and furious se ha hecho para enseñarnos a conducir? O, ¿Superman para aprender a volar? 


Claro está que cuando vemos cualquier película que no sea pornográfica, ya vamos con la idea de que es ficción. Ya sea porque asumimos que no es real o porque desde pequeños nos enseñaron que Spiderman era un actor, lo cierto es que en esos ámbitos aprendimos a diferenciar la fantasía de la realidad. No obstante, no pasa lo mismo con el cine porno. El porno también es ficción, son actores y actrices que actúan para desarrollar un show erótico con el propósito de estimular a aquellas personas que lo consumen. Como toda película, está dirigido a un público concreto, en este caso, a los adultos. Pero, la realidad es que muchos jóvenes acceden a él sin tener todavía una edad ‘apropiada’ o sin saber diferenciar y reconocer aquello que van a ver.




Aquí es donde podemos encontrar el mayor conflicto: “el porno nos educa mal”. No, el porno no educa, para eso está la educación sexual. No podemos confundir la pornografía con la educación sexual. Si bien es cierto que hay películas con contenido erótico que pueden ser empleadas para educar, este no es su objetivo principal. La cuestión es, ¿por qué el porno se ha convertido en la primera,y muchas veces única, opción de acceso a la visualización de la sexualidad?


El sexo como tabú provoca que, en una sociedad como la nuestra en la que casi todas las personas tienen acceso a internet, en vez de consultar las dudas, curiosidades y demás a profesionales y/o personas de referencia, se decida acudir a la web en busca de respuestas. La red de internet contiene una cantidad inmensa de información, alguna real, otra no, y no tiene grandes filtros a la hora de mostrar contenido a quien busca algo. 


Esto acaba facilitando el acceso a la pornografía a cualquier persona que busque algo relacionado con el sexo, incluso a los niños y niñas. No puede ser que el primer acceso y fuente de educación sea el cine porno. Para consumir cine erótico, se debe conocer que eso no es real, que están actuando y que no es algo que se deba imitar. Para educar y conseguir información de calidad existen profesionales de educación sexual. Los y las educadores sexuales, junto a otras figuras de referencia, facilitan que el conocimiento de la erótica sea más real y se aprenda a diferenciar aquello que nos muestran de lo que realmente es. 




Con una base sexológica adecuada, se puede prevenir y evitar que las personas tiendan a imitar actitudes y acciones que ven en el porno y normalizan. Del mismo modo, se impulsa un conocimiento de la realidad y diversidad, promoviendo que no se proyecten actitudes sexistas, que se reconozcan todos los cuerpos como válidos, favoreciendo el fortalecimiento de la autoestima personal y la comunicación con los iguales. Y es que, seguramente, tus genitales no son como los que ves en el porno, ni vas a aguantar tanto, ni tu pareja sexual tiene por qué disfrutar con esa práctica, ni te corres tan rápido o tan lento, ni tienes ese cuerpo…etc. Y NO PASA NADA. Hay que normalizar que el porno es una actuación y que los que realizan las prácticas eróticas son actores y actrices.


El porno es para disfrutar, y siempre tenemos la opción de elegir un porno acorde a nuestros valores, pero no podemos pedir al porno que eduque. Sin embargo, sí podemos consumir un porno regulado que, junto a una base de educación sexual de calidad, permite promover una sexualidad y erótica de calidad, consentida, placentera, deseada, consensuada, comunicada y segura.

Uxue Gamarra

Escuela Educación Sexual