Existe un trauma sistemático que todas las mujeres en mayor o menor medida tenemos metido en la sangre. Las personas socializadas como hombres también sufren esta discriminación, pero en menor medida, como pasa con muchas otras cuestiones que se establecen desde una mirada patriarcal.
Este trauma colectivo es el rechazo continuo a nuestros cuerpos. Desde que somos pequeñas se nos enseña qué es la perfección y cómo debemos aspirar a ella: dietas, ejercicio con un fin físico y no de salud, maquillaje, operaciones estéticas, formas de meter la tripa y respirar sin que se nos salga, tips y trucos varios para parecernos un poco más a lo que no somos; un poco más a lo que deberíamos ser.
Si con suerte nuestras familias nos han enseñado a vernos a nosotras mismas con amor y a cuidar y aceptar nuestros cuerpos la sociedad se encargará de hacernos sentir incómodas con ellos. Incluso aunque estemos cerca de la normatividad siempre podremos tener los abdominales más
marcados, los labios más gordos, la nariz más pequeña, las piernas más tonificadas.
El objetivo de que nada de lo que hagamos sea nunca suficiente para sentirnos bien con nosotras mismas es tenernos enganchadas a ese ideal imposible y a ese “yo perfecto” inalcanzable que nos hace estar en un mercado infinito de tratamientos, productos de belleza... nuestro dinero y nuestro tiempo le pertenece al sistema.
La revolución empieza por replantearse aquellas cuestiones que abordamos en el podcast que pasan por la estética, pero también por nuestra identidad y nuestros miedos más profundos.
Para escuchar este podcast, pinche aquí: Tiranía de la belleza con Mara Jiménez
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