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El cuerpo del patriarcado

Por Tess Hache

Me gustaría que antes de seguir leyendo pudieras cerrar los ojos un momento y que intentaras proyectar en tu cabeza la representación del cuerpo ideal. ¿Ya lo has hecho? ¿Cómo era esa imagen?

 

La RAE (esa institución que deja bastante que desear) define la belleza como “1. f. Cualidad de bello” o “2. f. Persona o cosa notable por su hermosura” es decir, que ni siquiera la real academia española sabe lo que es la belleza. ¿Qué es la hermosura? ¿Qué es ser bello? Es un valor subjetivo y por lo tanto no hay la posibilidad de poder definir exactamente qué es, ¿O sí?

 

Las definiciones que nos dan son ambiguas pero la realidad no lo es tanto, tenemos muy claro cual es la imagen de la belleza y aunque los diccionarios no la describen, recibimos un bombardeo constante de mensajes e imágenes que proyectan la representación de lo que es ser una persona bella. Especialmente de lo que es ser una mujer bella. Delgada, blanca, depilada, pelo largo… ¿No? Con los años este ideal ha ido cambiando sutilmente, más bien diría que se ha ido adaptando, pero en esencia sigue siendo la misma imagen.

 

La belleza no es más que el cuerpo del patriarcado, ligado a la producción del capital y a la opresión de nuestros derechos. Se ha construido todo un sistema de belleza o como lo llama Wolf “mito de la belleza” que tiene como objetivo ralentizar a las mujeres en su propósito de conseguir la igualdad de derechos.

A medida que la lucha feminista iba avanzando, las mujeres empezamos a ocupar puestos de trabajo y espacios públicos, se crearon leyes contra la discriminación y la violencia de género, etc. Por cada paso que dábamos, el sistema patriarcal y capitalista temblaba, los hombres se sentían amenazados porque sus privilegios fueran a desaparecer y por ello necesitaban nuevas formas de discriminación que pudieran eludir las leyes que se estaban haciendo y que impidieran a las mujeres conseguir aquello por lo que luchaban, su libertad.



 

 


Así nació lo que conocemos por presión estética, que no es tan solo una presión social sino una opresión machista que atenta contra la integridad de todas las mujeres, buscando su subordinación a través del control del cuerpo. A groso modo interpretamos esta presión como la proyección de un mensaje generalizado de cómo nuestros cuerpos deben ser: modelos delgadas, anuncios de depilación, productos para rejuvenecer, etcétera. Pero va mucho más allá, no se trata de una opción que puedes tomar o dejar, se trata de algo que nos afecta en todos los ámbitos de nuestra vida: laboral, social, sexualidad…

 

Para distraernos de lo verdaderamente importante nos han generado una preocupación enorme hacia la imagen y la belleza, algo que podríamos decir que ya estaba presente a raíz de los roles de género asignados pero que ahora con la globalización y el capitalismo se ha convertido en un eje central de nuestras vidas.

 

A la hora de acceder al mundo laboral se nos valora más por el aspecto que no por nuestras habilidades, han creado normas como la de la buena presencia que cada empresa toma su propio criterio de lo que es y en el caso de las mujeres, tener buena presencia es tener el cuerpo del patriarcado. En la esfera social hay una constante comparación entre cuerpos, tenemos la cultura de vergüenza corporal que nos hace juzgar tanto nuestro aspecto como el de los demás. También se ha introducido entre nuestras sábanas, dificultando el poder gozar de una sexualidad plena, nublándonos con complejos y escondiéndonos del deseo.

 

Nos han puesto a los pies de un ideal imposible de llegar nunca, hay mujeres que están más cerca de él y otras que están a años luz. La violencia no es con la misma intensidad para todas, pero sigue estando ahí contra todas.

 

 

Cirugía estética, maquillaje, depilación, rejuvenecimiento, blanqueador, alisado capilar, cirugía plástica, dietas milagrosas, tacones, photoshop, pestañas postizas, filtros de Instagram, tratamientos imposibles…

 

 

Un sinfín de prácticas para moldear nuestro cuerpo al gusto del patriarcado, renunciando a nuestra libertad y la mayoría de las veces sin ser conscientes de ello. Nos educan para someternos a las reglas y la norma que nos marcan con fuego es que si no cumplimos con los estándares de belleza no triunfaremos en nada. Ni en el trabajo, ni en las relaciones, ni en nada que nos propongamos. Nos quitan la voz y las alas a través de nuestro cuerpo.

 



(Ege Isleskel)


 

Nos rompen la autoestima antes de saber lo que significa, sin una construcción que empodere quiénes somos nos quedamos pequeñas frente a toda la violencia que nos espera. El cuerpo del patriarcado no es una presión social es violencia machista, cada vez hay más jóvenes que empiezan antes a desarrollar trastornos de la conducta alimentaria, quiénes se someten a innumerables operaciones para parecer más joven o estar más cerca del ideal de mujer perfecta, quiénes se pasan toda la vida en un cuerpo tránsito sintiendo que hasta que no consigan tener un cuerpo perfecto no podrán disfrutar de la vida o conseguir aquello que quieren, quiénes están en un bucle constante de mil y una dietas milagro que condenan y no ayudan, quiénes dependen día sí y día también del maquillaje…La lista es interminable.

 

La mirada androcentrista de la sociedad ha creado el cuerpo perfecto de la mujer, allá donde miremos hay un hombre detrás marcando con rotulador nuestras supuestas imperfecciones, tomando medidas de la cintura para saber si entramos en su tallaje ideal, representandonos en la televisión como mujeres jóvenes, delgadas y blancas, juzgando nuestro físico en redes sociales…La lista es interminable.

Ahora quieren responsabilizarnos de nuestra propia autoestima cuando nos están diciendo que nunca seremos lo suficientemente bellas como para conseguir lo que queremos, tener amor propio o no por desgracia no es una elección libre. ¿Cómo quererse cuando te repiten que no tienes derecho a hacerlo?

 

“Una consecuencia del amor propio femenino es que la mujer crece convencida de su valor social. Su amor por su cuerpo es incondicional, como base de la identificación femenina. Si le gusta su feminidad, luchará por sus derechos” Naomi Wolf (1990)

 

No deja de apuntarnos con una ametralladora a nuestro amor propio porque liquidando consigue quitarnos la determinación para luchar por nuestros derechos. Por eso es fundamental poner en el punto de mira la violencia corporal y disparar, reapropiarnos de nuestros cuerpos nos hará estar más alerta ante la violencia patriarcal y seguir nuestros objetivos.

 

Las mujeres no queremos seguir siendo ningún símbolo de belleza, no queremos ser cuerpos moldeables al antojo de una mirada androcentrista, no queremos que nos valoren por nuestro aspecto sino por nuestras habilidades. Queremos ser dueñas de nuestro propio cuerpo, queremos que nos respeten tengamos el físico que tengamos, romper con las comparaciones entre los demás, ser representadas con todo tipo de cuerpos y que dejen de ejercer violencia sobre nosotras.

 

No más cirujanos diciéndonos cómo debemos ser.

No más estilistas diciéndonos cómo vestirnos.

No más dietas milagro que matan de hambre, de ansiedad, de inseguridad.

No más listas que puntúen nuestros cuerpos.

No más representaciones estereotipadas de nosotras.

No más discriminación corporal.

 

Ninguno de nuestros cuerpos es el cuerpo del patriarcado, tan solo son nuestros y no tienen por qué encajar con ninguna norma.

Tess Hache

Escuela Educación Sexual