“What would it mean for both queer and African diaspora studies to take seriously the possibility that, as forcefully as the Atlantic and Caribbean flow together, so too do the turbulent fluidities of blackness and queerness?”
(Tinsley, 2008, p. 193)
“¿Qué significaría para los estudios de la teoría queer y de la diáspora africana tomarse en serio la posibilidad de que, tal y como las aguas del Atlántico y el Caribe fluyen juntas, lo hacen las aguas turbulentas de lx negrx y lx cuir?
Voy a profundizar sobre las posibles respuestas que han surgido a esta pregunta partiendo desde la indagación de lo que significa el género para tanto las personas negras en mi vida como lxs autorxs con lxs que voy a entablar un diálogo en este artículo. Mi enfoque en esta conversación gira en torno al aspecto identitario que, a través de la historia y desde un sinnúmero de culturas, ha sido reconocido como una dicotomía impuesta desde el Norte global occidental sobre la infinidad de manifestaciones de la relación que ha tenido la humanidad con el género: el binario de género. La mejor apuesta que puedo hacer para realizar un análisis crítico de lo que esto puede significar es llevar a cabo una lectura de la negritud como un marcador histórico-socio-cultural que tiene el potencial de corromper y desestabilizar el binario impuesto mediante la innombrable cantidad de violencias imperiales que aún continúan ocurriendo en la actualidad.
Arte por @cocomandioco para el Podcast "Imaginándonxs"
de @espicynipplez
En las conversaciones que he tenido con mis amistadxs negrxs siempre han surgido los mismos temas cuando hablamos de los desafíos a los que nos enfrentamos desde las feminidades negras: que nos hipersexualizen debido a las narrativas punitivas que han persistido con el pasar de los años por su difusión a través de los procesos de colonización y globalización. Según estas se nos obliga a todas las personas negras por igual a tener un deseo sexual “salvaje” y “descontrolado”, muy parecido al que tradicionalmente se le atribuye a los hombres. A menudo esto nos hace incapaces de ser violentadxs sexualmente ante el ojo público ya que carecemos el control suficiente para poder decir que no, para poder carecer de deseo sexual en general.
Que nos tilden de violentxs cuando nos oponemos a los malos tratos que han sido normalizados desde la anti-negritud implícita en las “democracias raciales” tan necesarias para la creación de las Estado-naciones latinoamericanas. Que nos nieguen la posibilidad de ser vulnerables en nuestros hogares, nuestros espacios laborales, en las aulas de clase, en los espacios desde los cuales nos movilizamos por el mito de “la mujer negra indestructible” la cual puede superar cualquier adversidad sin importar el desgaste físico y/o emocional que la misma conlleve.
Que hasta nuestrxs cuerpxs se encuentren bajo el escrutinio más meticuloso debido a que si nuestras facciones no son lo suficientemente perfiladas o no tenemos figuras esbeltas con curvas perfectamente ubicadas que se asemejen a los estándares eurocéntricos de belleza que constituyan la moda del momento no hay cabida para ellxs dentro de las categorías de lo suave, lo delicado, lo vulnerable y, por ende, lo feminizado.
No es coincidencia que este fenómeno ocurra para así asemejarnos a los hombres sin convertirnos en parte de ellos y despojarnos de nuestra humanidad. Al partir desde esta lógica dejamos de ser mujeres para así dejar de ser humanxs y, por ende, convertirnos en algo que jamás lo será. Es precisamente por esas incongruencias sobre las cuales coincidimos durante nuestras conversaciones que llegamos a una conclusión muy similar a la que llegó María Lugones:
“Dada la construcción de las categorías, la intersección interpreta erróneamente a las mujeres de color. En la intersección entre «mujer» y «negro» hay una ausencia donde debería estar la mujer negra precisamente porque ni «mujer» ni «negro» la incluyen. La intersección nos muestra un vacío. Por eso, una vez que la interseccionalidad nos muestra lo que se pierde, nos queda por delante la tarea de reconceptualizar la lógica de la intersección para, de ese modo, evitar la separación de las categorías dadas y el pensamiento categorial.13 Solo al percibir género y raza como entretramados o fusionados indisolublemente, podemos realmente ver a las mujeres de color. Esto implica que el término «mujer» en sí, sin especificación de la fusión no tiene sentido o tiene un sentido racista, ya que la lógica categorial históricamente ha seleccionado solamente el grupo dominante, las mujeres burguesas blancas heterosexuales y por lo tanto ha escondido la brutalización, el abuso, la deshumanización que la colonialidad del género implica.”
(Lugones, 2008, p. 82)
Muchxs, sin embargo, hemos comprendido ese vacío generado por las carencias de esta intersección a través de identidades desde las cuales no reconocemos la autoridad que tiene esta concepción binaria sobre nuestrxs cuerpxs porque no nos permite nombrar las complejidades de cómo se vive en ellxs:
“Todavía se asume que el sexo es binario y fácilmente determinable a través de un análisis de factores biológicos. A pesar que estudios médicos y antropológicos sostienen lo contrario, la sociedad presupone un paradigma sexual binario sin ambigüedades en el cual todos los individuos pueden clasificarse prolijamente ya sea como masculinos o femeninos [...] Las asignaciones revelan que lo que se entiende por sexo biológico está socialmente construido. Durante la última parte del siglo XIX y hasta la primera Guerra Mundial, la función reproductiva fue considerada la característica esencial de una mujer. La presencia o ausencia de ovarios fue el criterio más definitorio respecto al sexo. (Greenberg, 2002:113). Sin embargo, hay un gran número de factores que intervienen «en el establecimiento del sexo “oficial” de una persona»: cromosomas, gónadas, morfología externa, morfología interna, patrones hormonales, fenotipo, sexo asignado, y aquel que una persona se asigna a sí misma (Greenberg, 2002:112). En la actualidad, los cromosomas y los genitales forman parte de esta asignación pero de una manera que revela que la biología está completamente interpretada y es, en sí misma, quirúrgicamente construida.” (Lugones, 2008, p. 83-84)
Me gustaría traer como ejemplo uno de los datos históricos que encontré en una publicación de la cuenta de instagram @soyciguapa titulada “La invención de las mujeres: la historia colonial del género” para proveer más información sobre cómo otras culturas han partido desde otras concepciones además del género para estructurar sus sociedades desafiando así las maneras en que lxs cuerpxs “deben” moverse por el mundo:
“En su trabajo, la académica nigeriana Oyeronke Oyewùmi se basa en la historia de su cultura Yoruba para mostrar cómo la categoría “mujer” no existía en la tierra Yoruba antes de la colonización europea [...] Este no era el caso en la sociedad Yoruba donde la característica principal de la jerarquía social era la edad, no el género. Los pueblos Yoruba reconocieron roles reproductivos distintos (obirin y okunrin) sin usarlos para establecer jerarquías sociales y distribuir el poder.
La categoría de “mujer” sólo surgió de las políticas y prácticas del Estado europeo recién impuesto. No se trataba sólo de que la ley privara de sus derechos a las mujeres, sino que las mismas categorías de “mujeres” y “hombres”, definidas por la anatomía y la jerarquía, fueron instituidas por la autoridad colonial. Como argumentaba Oyewùmi, la “creación de mujeres como categoría fue uno de los primeros logros del estado colonial” (124).
Los dioses históricamente neutrales al género fueron reemplazados por masculinos. A pesar de que los no hombres habían participado durante mucho tiempo en la vida política y pública, la nueva autoridad colonial sólo reconoció a los líderes “masculinos” y se negó a reconocer la existencia de jefes “mujeres”, excluyendo efectivamente a las “mujeres” de todas las estructuras estatales coloniales.”
Creo que de eso se tratan las posibles respuestas que se pueden ofrecer a la pregunta hecha al inicio un poco, de ese vaivén en el que se encuentran los modos de existir que surgen de la negritud transfigurada por los mares del Caribe y el océano Atlántico.
Referencias:
Lugones, M. (2008). Colonialidad y género. Tabula Rasa, 9, 73–101. https://doi.org/10.25058/20112742.340
Publicación de la cuenta de instagram @alokvmenon titulada “the racist of the sex binary” basada en las referencias de Newman y Schuller.
Publicación de la cuenta de instagram @soyciguapa titulada “La invención de las mujeres: la historia colonial del género”.
Newman, L. M. (1999). White Women’s Rights: The Racial Origins of Feminism in the United States (Illustrated ed.). Oxford University Press.
Schuller, K. (2017). The Biopolitics of Feeling: Race, Sex, and Science in the Nineteenth Century (ANIMA: Critical Race Studies Otherwise) (Illustrated ed.). Duke University Press Books.
Tinsley, O. N. (2008). BLACK ATLANTIC, QUEER ATLANTIC: Queer Imaginings of the Middle Passage. GLQ: A Journal of Lesbian and Gay Studies, 14(2–3), 191–215. https://doi.org/10.1215/10642684-2007-030
Escuela de Educación Sexual